Un blog de ciencia para entender el funcionamiento del planeta y su relación con la historia de la humanidad
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Si vives o eres originario de un país de tradición católica, y teniendo en cuenta que estas leyendo un blog en español es lo más probable, sabrás de procesiones, rezos y otra parafernalia creyente para pedir al santo o virgen para que llueva y tener buena cosecha. En general son los propios creyentes quienes piden este tipo de eventos cuando miran el cielo y lo ven demasiado despejado para la época. Esto se denominan peticiones rogativas y muchas de estas parroquias, iglesias y catedrales han llevado un detallado registro de estas peticiones a lo largo de su historia ya que era un asunto realmente serio con un protocolo bastante detallado. El proceso era, y probablemente siga siendo en zonas rurales de España y Latinoamérica, que la gente pedía al municipio el inicio de estas rogativas y después el municipio pedía al párroco que se hiciesen las rogativas, dejando claro quien era la máxima autoridad. Por su puesto por cada paso había varias reuniones para hacerse los importantes. Esta tradición permitía a la población imprimir su acerbo cultural a un evento religioso y demostrar sus preocupaciones. A la vez la iglesia tenía bajo control a la población, evitando las protestas y canalizando las tensiones sociales. Todo este protocolo ha quedado fielmente transcrito y hoy está resultando enormemente útil para la reconstrucción histórica de “calamidades”. En este blog nos interesan las calamidades relacionadas con el clima, sequías, inundaciones, pero también se hacían peticiones rogativas por enfermedades, epidemias, o por la salud del rey de turno. En el caso de España (de la península Ibérica), las rogativas relacionadas con las lluvias se hacían entre las festividades de San Marcos (25 de abril) y San Isidro (15 de mayo), justo el periodo primaveral en el que la presencia de lluvias es crítica para una buena cosecha. Estas fechas “oficiales” se pusieron durante el pontificado de San Greogorio Magno en el año 590 y, como muchas otras celebraciones, no es más que una adaptación de las costumbre paganas y festividades agrícolas que pedían agua al dios de la lluvia con cantos y sacrificio de animales. En el caso de México (Nueva España hasta 1821) es un poco diferente, ya que como sabemos la entrada de los españoles fue como el de un elefante en una cacharrería. Ignoraron el conocimiento agrícola prehispánico, como las chinampas en Tenochtitlán, y empezaron a organizar los cultivos a la manera española, aunque el clima, la geografía y las variedades introducidas y originales tenían muchas diferencias. Así por ejemplo hay bastantes rogativas por inundaciones, pero a veces se duda si es por eventos de precipitación extremos o por modificaciones del territorio que favorecieron ese tipo de desastres. También hay rogativas relacionados con terremotos y actividad volcánica que no se daban en la península ibérica. En algunas localidades también se hacía una rogativa anual tratando de adaptar celebraciones indígenas, pero en otras no se hacía así, por lo que la institucionalización de las rogativas parece que no es tan fiable en poblaciones pequeñas. En cualquier caso en ciudades importantes, como ciudad de México, hay un registro bastante bueno de rogativas (no sólo de México sino de Filipinas, Cuba o incluso Alaska) que muestran cómo la Virgen de Guadalupe y la Virgen de los Remedios tomaron el puesto del dios Tlaloc de los aztecas. Una de las cosas más interesantes es que había varias categorías en las rogativas de acuerdo a la severidad de la sequía, así que no es simplemente un archivo de ceros y unos (0=no hay sequía; 1=sequía) sino una escala completa. Las acciones que se tomaban diferían de unos sitios a otros. En la tabla siguiente especifico las escalas más comunes de España y México. Si les interesa la parte histórica les recomiendo lecturas al final de esta entrada. Yo les voy a contar algunos de los resultados sobre el clima de la península Ibérica y México que se han obtenido a partir de estos registros y su relación con algunos de los forzamientos que ya hemos comentado en entradas anteriores. Si recuerdan ya vimos cómo el mínimo de Maunder (entre 1645 y 1715) influyó en las presencia de huracanes en el Caribe. Sin embargo, no muy lejos de esos mares, las precipitaciones fueron más convulsas para el centro de México (región de México, Puebla, Morelia, Oaxaca y Guadalajara) donde hubo mas precipitaciones fuertes que en el periodo posterior en base a las rogativas pro serenitatem (es decir, ceremonias en los que se pide la dispersión de tormentas). También, según Garza-Merodio, hubo menos sequías según las peticiones pro pluvia (que piden que llueva). Aparentemente, estas condiciones tan húmedas perjudicaron al trigo introducido por los españoles y las plagas fueron más comunes, lo que produjo revueltas sociales en las décadas más anómalas, climáticamente hablando (1680-1690). Esto también ocurrió en Perú, lo que llevó a un cambio en la agricultura, disminuyendo desde entonces el uso del trigo y aumentando el de caña de azúcar. Para la península Ibérica en cambio los datos no están claros y varían entre estudios, el mínimo de Maunder pudo provocar condiciones más secas según Domínguez Castro y colaboradores (2010), mientras que en Barriendos (1997) observan menos peticiones de lluvia, lo que sugiere condiciones más húmedas. ¿A cual hacemos caso? Ambos autores piden cautela con los resultados, pero parece lógico pensar que el estudio de 2010 al estar más actualizado y considerar más fuentes documentales (de más iglesias) es más fiable. También vimos anteriormente cómo la actividad volcánica puede producir cambios en el clima, y esto también ha quedado registrado en los archivos de iglesias católicas. Hay que considerar que la explosión del Tambora (1815) coincidió con otro mínimo solar, el mínimo de Dalton (1790-1830), por lo que sus efectos pueden confundirse. De hecho, la combinación de ambos, actividad volcánica y menor actividad solar, es lo que se cree produjo todo el periodo frío conocido La Pequeña Edad de Hielo. En México en el año 1815 hubo grandes tormentas, de igual forma que vimos para Waterloo, mientras que los años siguientes en general fueron condiciones más secas. En España aparentemente ocurrió algo parecido, muchas lluvias justo después de la erupción, pero en 1817 las rogativas pro lluvia se hicieron por toda la península, lo que sugiere una fuerte sequía (Dominguez-Castro y colaboradores 2012) Resumiendo, hoy vimos cómo un mismo forzamiento (los mínimos solares) puede tener un efecto diferente en Mesoamérica y la península Ibérica, u otro tipo de forzamiento (volcanes) consecuencias parecidas a pesar de la distancia. La semana que viene seguiremos con este tipo de reconstrucciones históricas, pero esta vez, para el fenómeno de El Niño. Referencias
Para España consulten el artículo “Las rogativas” de Carmen Gozalo de Andrés para la revista del aficionado a la meteorología [PDF], o algo más técnico “La climatología histórica en el marco geográfico de la antigua monarquía hispana” de Mariano Barriendos [aquí]. Para México “Climatología histórica: las ciudades mexicanas ante la sequía (siglos XVII al XIX )” de Gustavo Garza Merodio de 2006 [PDF]. Otros artículos de este autor (1 y 2) En todos ellos podrán encontrar muchas otras referencias de interés.
2 Comentarios
apalankator
11/11/2016 04:16:22 pm
Nunca habría pensado que de los archivos de alguna iglesia se puede sacar algo útil, se me viene a la mente un dicho de un profesor que tuve, del libro más malo se aprende algo
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