Un blog de ciencia para entender el funcionamiento del planeta y su relación con la historia de la humanidad
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6 de junio de 1944 las barcazas de los aliados cargadas de soldados se acercan a las playas de Normandía. El fuego enemigo no cesa. Las estructuras ideadas por Rommel para evitar la llegada a la parte alta de la playa obliga a los aliados a desembarcar a sus soldados a cientos de metros de tierra. El teniente da la orden y todos salen en tromba sin pensarlo. Los soldados caen al agua, no hacen pie, tratan de nadar pero el peso de las municiones les hunde. La mayoría mueren ahogados, los alemanes sólo tienen que rematar a los que llegan moribundos a la playa después de tragar litros de agua. Alemania gana la guerra. Todos sabemos que esto no ocurrió así. Pero un pequeño error en el cálculo de las mareas de ese día podría haber cambiado el curso de la historia. Por suerte los cálculos de marea realizados por Arthur Doodson, 6 mujeres “calculadoras” del Instituto de Liverpool de Mareas y las máquinas que ideó Lord Kelvin, permitieron un desembarco en la hora con la marea adecuada. Un error de una hora en sus cálculos y todo habría sido diferente. Hoy me voy a salir un poco de la parte paleo y aprovechar este capítulo de la historia para explicarles la importancia de la medición del nivel del mar y de las mareas, para en próximas entradas analizarlo con otra perspectiva “más paleo”.
Las mareas han sido calculadas desde hace miles de años, siendo probablemente el primer registro oceanográfico las tabulaciones del Golfo Pérsico por el matemático Griego Seleuco. Probablemente su estudio de las mareas fue lo que le convirtió en un firme defensor de la teoría Heliocéntrica propuesta por Aristarco, ya que no se puede calcular de forma precisa las mareas en un modelo Geocéntrico. Por supuesto las mareas no eran calculadas en base a la física Newtoniana, sino de una manera más cruda basada en correlaciones con las fases lunares, pero su cálculo era suficiente para asegurar la seguridad de las actividades portuarias. No se pudo haber un cálculo preciso de las mareas hasta que Newton definió su teoría de la gravitación universal y todavía se tardó un siglo más hasta que Laplace escribió las ecuaciones de marea, la primera verdadera aplicación de la física al océano. Sin embargo el resultado no deja de ser aproximado con estas ecuaciones, y fue William Thomson (Lord Kelvin) quien utilizando los métodos de Fourier, desarrolló el análisis armónico de las mareas. ¿Lo qué? No es tan complicado como suena. En simples palabras, es difícil calcular la marea, pero es fácil a partir de observaciones saber las diferentes frecuencias que influyen en la marea de un sitio en particular. Así tenemos que; Esta señal de marea se propaga como una gran ola, y la forma de los continentes y la profundidad del océano influyen en cómo llega esa ola a una región. Hay zonas que son el centro de esta onda donde no hay variación en la altura. En la imagen de abajo son las zonas azules con lineas blancas irradiando. La ola de la marea circula alrededor de estas zonas, denominadas puntos anfidrómicos, y la ola se amplifica al chocar con otras olas o con los continentes.
Así, a partir de las observaciones de un sitio determinado, se extrae la señal de cómo interaccionan los diferentes forzamientos con las características del sitio. Lo que se llama variables armónicas de la marea. Una vez conocidas es sencillo predecir las mareas futuras. Cuanto más tiempo de observaciones, mejor se puede predecir la marea porque se es capaz de identificar más fuentes de variación, más variables armónicas. Estas variaciones de marea debidas a la influencia de los astros es lo que llamamos mareas astronómicas, pero no es lo único de lo que depende el nivel del mar. Hay que sumarle otras influencias como los vientos, la temperatura del agua, la presencia de agua dulce, etc. Pero eso es otra historia que contaremos en la siguiente entrada. El genio de Lord Kelvin fue construir una computadora mecánica para hacer estos cálculos y poder estimar las mareas de un sitio. La maquina más avanzada de Lord Kelvin consideraba 26 variables armónicas y en 1943 Doodson tenía dos de estas máquinas de su propia creación, en dos sitios diferentes por si los bombardeos destruían alguna de ellas (podéis ver más abajo una de estas máquinas funcionando). Pero Doodson y su equipo no podían calcular con precisión las mareas por la sencilla razón de que las playas en las que los generales querían desembarcar no tenían observaciones de mareas y las aproximaciones a partir de datos de puertos cercanos podían no ser lo suficientemente precisas para que los soldados no se ahogasen. Los militares aliados desecharon la opción de invadir en marea alta en cuanto vieron que Rommel había instalado filas y filas de obstáculos, algunas con explosivos. Sin obstáculos habría sido mucho más fácil, ya que la barca llega lo más arriba que puede y el cálculo de la marea no es tan definitorio, sólo para determinar el día y hora en el que los soldados tendrían que caminar menos y las barcazas no quedarse atascadas. Pero los obstáculos lo cambiaban todo. Ahora tenían que llegar una primer desembarque justo pasado la marea baja para que tropas con explosivos abriesen un corredor. La marea tenía que estar en creciente, para que las embarcaciones no se quedaran encalladas. Además, las fuerzas navales querían pasar de noche pero la artillería naval necesitaban luz, así que tenían que coincidir la marea indicada con el amanecer. Todos estos condicionamientos reducían las posibilidades a los días 5, 6 y 7 de junio de 1944. Pero seguían sin observaciones de las 5 playas que abarcaban una región de 100 Km, y una hora de error podía ser fatal. Las mareas avanzan como una ola gigante y 100 km de separación significan una hora de diferencia en las mareas. Además con rangos de marea de 6 metros que hay en la región significa que la marea subiría un metro por hora. Demasiado fácil equivocarse en una hora sin más datos que los de puertos cercanos. Alguien tenía que tomar mediciones en las playas y darle las constantes armónicas a Doodson. Y por supuesto todo con nombres cifrados, porque Doodson no podía saber el mayor secreto de la Segunda Guerra Mundial; dónde sería el desembarco aliado. El Almirante Farquharson era el encargado de mareas de la marina y usando submarinos mandó pequeños equipos de soldados en botes a tomar mediciones de altura y corrientes de marea en las mismas narices de los alemanes. Los datos desde luego debieron ser insuficientes, pero Farquharson se las debió ingeniar para mezclar esas mediciones con los datos del puerto más cercano (Le Havre) y dar a Doodson 11 variables armónicas que fueron suficientes para un desembarco exitoso. La decisión de que fuese el 6 de junio fue debida a las condiciones meteorológicas, y eso es otra apasionante historia que pueden leer aquí. Sólo decir que los ingleses acertaron que el 6 habría un breve descanso dentro de la tormenta que barrería la región esos días. Algo que no supieron predecir los alemanes por lo que Rommel se fue tranquilamente a Berlín a pasar el día pensando que las condiciones meteorológicas eran defensa suficiente. El desembarco fue un éxito,... en el que murieron cientos de miles de personas. No puedo dejar pasar las tristes noticias de cómo Europa vuelve a polarizarse y los fascistas regresan de las sombras. Esperemos que en esto también baje la marea. Referencias
The tide predictions for D-Day, Bruce Parker [PDF] Si sabes inglés, no dejes de leerlo https://fluyendolibremente.wordpress.com/2013/01/11/analisis-de-armonicos-de-marea-astronomica-con-t_tide/
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Su hipótesis, hoy ampliamente aceptada, era que el abandono de los campos agrícolas por la masiva mortandad propició el recrecimiento del bosque que capturó ingentes cantidades de CO2 de la atmósfera. De aquí se deduce que factores biológicos pueden convertirse en un forzamiento que altera el funcionamiento del planeta. Pero ¿cuántas personas tuvieron que morir para alcanzar esa disminución de CO2?, o dicho de otra manera, ¿cuántas personas había antes de la llegada de Colón en América?
Hernando de Soto desembarcó en 1539 en la Bahía de Tampa, Florida, con 600 soldados, 200 caballos y 300 cerdos en busca de riquezas y territorios que apropiarse. Recorrieron todo el sudeste de la actual Estados Unidos y se encontró con grandes ciudades resguardadas con muros. De Soto terminó muriendo por unas fiebres y el valle del Misisipi no volvió a ser recorrido por un europeo hasta más de un siglo después por el francés René Robert Cavelier de La Salle quien encontró un territorio desierto. De las 50 populosas ciudades que encontró de Soto quedaban a lo mucho 10. Aunque de Soto y sus hombres no tuvieron nunca intención de ser amigos de los nativos, por decirlo suavemente, todo parece indicar que el peor enemigo de los nativos no fueron los soldados, sino los cerdos y caballos que les acompañaban. Mientras que los europeos estaban acostumbrados desde niños a las enfermedades producidas por microbios que saltaban del ganado a los humanos, los indígenas no tenían un sistema inmunitario preparado para semejante festín microbiano. La viruela, el sarampión, la gripe, antrax, brucelosis, tuberculosis, … todas estas enfermedades hicieron estragos en los cuerpos inmaculados (microbiologicamente hablando) de los nativos americanos. Los cálculos ponen la disminución poblacional entre el 50 y el 95% de la población original, un margen demasiado amplio que, por ejemplo, para la población precolombina de Mesoamérica (actual México) supondría una variación de entre 2 y 30 millones de personas. Según el antropólogo Ubelaker, el punto más bajo de la población indígena arriba del rio Grande fue de medio millón de personas en el año 1900. Si consideramos un 95% de mortandad significaría unos 10 millones de personas antes del contacto europeo. El problema es que con porcentajes altos, pequeños ajustes en la mortandad conducen a grandes diferencias. Si aumentamos solo un punto la mortandad, el 96%, entonces tendríamos 12.5 millones de personas. Y eso cuando tenemos un punto de inicio de los cálculos más o menos claro, pero los censos de siglos anteriores de los territorios españoles en los que se basan los cálculos de Mesoamérica o Sudamérica estaban lejos de ser perfectos. Muchas de las cifras originales dadas por los conquistadores y evangelizadores se piensan estaban infladas, ya que era mejor decir que habían derrotado/evangelizado a diez mil que a mil. En cualquier caso, ¿es posible que las enfermedades pudieran matar hasta el 95% de la población? Aunque muchos son muy críticos con estos grandes números, los estudiosos de enfermedades infecciosas dan buenas razones para considerar estos estragos poblacionales como una posibilidad real. Primero, la escasa diversidad genética de la población nativa. Aunque todavía con muchas dudas de cómo fue la conquista americana hace unos 15000 años, lo que sí parece claro es que los números originales de inmigrantes fueron relativamente pequeños. De hecho, una de las consecuencias todavía es observable; la diversidad de antígenos leucocitarios en indígenas americanos es aproximadamente la mitad que el de asiáticos, africanos o europeos. Para que lo entiendan, si tienen una baja diversidad de estos antígenos, sólo podrás combatir unas pocas enfermedades infecciosas, mientras que si es alta, estarás mejor protegido ante mayor variedad de enfermedades infecciosas. Además, un tercio de la población indígena actual tienen exactamente el mismo perfil de antígenos leucocitarios, cosa que solo ocurre, por ejemplo, en el uno por ciento de la población africana. También existen otras células del sistema inmunitario que nos defienden de estas agresiones, las células o linfocitos T. Existen 3 tipo de linfocito-T, uno de estos tipos son las “T-colaboradoras” que ayudan a reconocer objetos extraños para que sean atacados por los otros tipos de linfocitos. Según algunos investigadores en las poblaciones americanas estas T-colaboradoras habrían evolucionado por miles de años para reconocer parásitos como nemátodos y otros “gusanos”, muy comunes en América, pero podrían haber sido realmente malas reconociendo microbios, lo que les daba una clara ventaja a éstos para invadir un cuerpo que se daría cuenta demasiado tarde del ataque. Estas características biológicas de los indígenas americanos son compartidas con sus ancestros, las tribus siberianas. De hecho, en 1768 una plaga de viruela golpeó Siberia y mató al 80% de la población indígena, según el testimonio de pobladores rusos. El 80%. En un sólo golpe. De una única enfermedad. Cuando el Capitán Cook llegó a Kamchatka, encontró numerosas poblaciones completamente desiertas que apenas conservaban los cimientos de las casas. No parece tan descabellado, por tanto, mortandades del 95% tras el impacto de diferentes enfermedades infecciosas y la práctica desaparición de las principales construcciones de adobe y madera que utilizaban mayoritariamente los pobladores de Norteamérica en un par de siglos. De hecho en Baja California apenas quedan "cuatro piedras" de las Misiones religiosas españolas más norteñas, realizadas en adobe y abandonadas hace apenas 150 años. Lo cierto es que los europeos nunca fueron capaces de conquistar ni un solo territorio hasta que las enfermedades no hicieron estragos en las poblaciones nativas. Hernán Cortes sobrevivió de milagro a la llamada “Noche Triste” (que debió ser una verdadera fiesta para los Mexicas) y sólo cuando la viruela empezó a diezmar la población pudo doblegar el poderío azteca en alianza con otros nativos. Bartolomé de Las Casas dejó escrito que entre la brutalidad y las enfermedades pudieron morir millones de personas. Porque esa fue otra, un cuerpo sano podría haber resistido mucho mejor a las enfermedades que un cuerpo debilitado a base de latigazos, violaciones y el trabajo esclavo al que fueron sometidos los nativos. De hecho, la pérdida de los elevados estándares higiénicos que tenían la población nativa antes de la llegada europea pudo empeorar las cosas y estar relacionada con la alta mortandad que la Salmonella provocó hacia 1545 según un reciente estudio.
Las enormes poblaciones de bisontes (40 a 60 millones) que había en el siglo XVIII en Norteamérica parece que pudieron estar relacionadas con la desaparición de su principal depredador, los humanos. Así, según algunos historiadores como William Cronon, los nativos debían mantener a los bisontes como una especie de ganado asilvestrado a modo de despensa en números mucho menores y, al reducirse la población humana, los bisontes proliferaron sin depredadores importantes por 200 años. La visión que se ha tenido por mucho tiempo de las tribus americanas como atrasadas y esencialmente nómadas no ha sido más que una consecuencia del colapso de sus sociedades. Es difícil dar cifras, pero desde luego están lejos los estudios de los años 30 que suponían poblaciones en Norteamérica de 1 millón de habitantes y de 8 millones para toda América. Por ejemplo, poblaciones por encima de 20 millones parecen mucho más plausibles para Mesoamérica. Para que se hagan una idea, España y Portugal en aquella época no superaban los 10 millones, y la población de México no superó los 20 millones hasta los años 50 del siglo XX. Hay quien defiende que el altiplano mexicano podría ser la región más densamente poblada del mundo en aquel entonces, por encima de China o India, y el continente entero podría superar los 100 millones de personas. Es decir, el 12 de octubre de 1492, cuando Colón pisó América, había más gente viviendo en América que en Europa, y la caída en la concentración de CO2 de la que hablábamos al principio estuvo relacionada con la muerte de una de cada cinco personas en el mundo. Mañana 12 de octubre muchos hablarán del genocidio americano. Yo no voy a entrar en esa discusión porque precisamente los intereses políticos no han ayudado a establecer unas cifras más fiables. Tradicionalmente ingleses y holandeses utilizaron las cifras de Fray Bartolomé de Las Casas para dejar a España como un imperio sin escrúpulos. Otros dicen que de las Casas infló los números para llamar la atención y concienciar a los reyes de que promulgaran leyes en favor de los indígenas, como así ocurrió. Hoy sigue ocurriendo algo parecido pero con otros protagonistas.. Sea como fuere, lo cierto es que el colapso demográfico habría pasado bajo cualquier circunstancia. Ya hubieran sido españoles, africanos, ingleses o chinos, con ánimos de guerrear o de hacer el amor y no la guerra, el colapso poblacional americano era inevitable en cuanto el viejo y el nuevo mundo entraran en contacto.
Otras referencias y/o enlaces de interés
Artículo en wikipedia con esta misma pregunta: https://es.wikipedia.org/wiki/Poblaci%C3%B3n_de_Am%C3%A9rica_precolombina Libro Bartolomé de las casas: http://www.rae.es/sites/default/files/HOJEAR_Brevisima_relacion_de_la_destruicion_de_las_Indias.pdf http://science.sciencemag.org/content/321/5893/1148 https://www.sciencedaily.com/releases/2017/02/170207092752.htm http://www.nature.com/news/collapse-of-aztec-society-linked-to-catastrophic-salmonella-outbreak-1.21485?WT.mc_id=FBK_NatureNews http://blogs.plos.org/publichealth/2013/07/30/guest-post-what-killed-the-aztecs/ http://www.abc.es/espana/20150428/abci-mito-genocidio-america-201504271956.html http://web.aldeeu.org/2014/08/14/las-enfermedades-infecciosas-y-la-conquista-espanola-de-america/ |
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