Un blog de ciencia para entender el funcionamiento del planeta y su relación con la historia de la humanidad
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Su hipótesis, hoy ampliamente aceptada, era que el abandono de los campos agrícolas por la masiva mortandad propició el recrecimiento del bosque que capturó ingentes cantidades de CO2 de la atmósfera. De aquí se deduce que factores biológicos pueden convertirse en un forzamiento que altera el funcionamiento del planeta. Pero ¿cuántas personas tuvieron que morir para alcanzar esa disminución de CO2?, o dicho de otra manera, ¿cuántas personas había antes de la llegada de Colón en América?
Hernando de Soto desembarcó en 1539 en la Bahía de Tampa, Florida, con 600 soldados, 200 caballos y 300 cerdos en busca de riquezas y territorios que apropiarse. Recorrieron todo el sudeste de la actual Estados Unidos y se encontró con grandes ciudades resguardadas con muros. De Soto terminó muriendo por unas fiebres y el valle del Misisipi no volvió a ser recorrido por un europeo hasta más de un siglo después por el francés René Robert Cavelier de La Salle quien encontró un territorio desierto. De las 50 populosas ciudades que encontró de Soto quedaban a lo mucho 10. Aunque de Soto y sus hombres no tuvieron nunca intención de ser amigos de los nativos, por decirlo suavemente, todo parece indicar que el peor enemigo de los nativos no fueron los soldados, sino los cerdos y caballos que les acompañaban. Mientras que los europeos estaban acostumbrados desde niños a las enfermedades producidas por microbios que saltaban del ganado a los humanos, los indígenas no tenían un sistema inmunitario preparado para semejante festín microbiano. La viruela, el sarampión, la gripe, antrax, brucelosis, tuberculosis, … todas estas enfermedades hicieron estragos en los cuerpos inmaculados (microbiologicamente hablando) de los nativos americanos. Los cálculos ponen la disminución poblacional entre el 50 y el 95% de la población original, un margen demasiado amplio que, por ejemplo, para la población precolombina de Mesoamérica (actual México) supondría una variación de entre 2 y 30 millones de personas. Según el antropólogo Ubelaker, el punto más bajo de la población indígena arriba del rio Grande fue de medio millón de personas en el año 1900. Si consideramos un 95% de mortandad significaría unos 10 millones de personas antes del contacto europeo. El problema es que con porcentajes altos, pequeños ajustes en la mortandad conducen a grandes diferencias. Si aumentamos solo un punto la mortandad, el 96%, entonces tendríamos 12.5 millones de personas. Y eso cuando tenemos un punto de inicio de los cálculos más o menos claro, pero los censos de siglos anteriores de los territorios españoles en los que se basan los cálculos de Mesoamérica o Sudamérica estaban lejos de ser perfectos. Muchas de las cifras originales dadas por los conquistadores y evangelizadores se piensan estaban infladas, ya que era mejor decir que habían derrotado/evangelizado a diez mil que a mil. En cualquier caso, ¿es posible que las enfermedades pudieran matar hasta el 95% de la población? Aunque muchos son muy críticos con estos grandes números, los estudiosos de enfermedades infecciosas dan buenas razones para considerar estos estragos poblacionales como una posibilidad real. Primero, la escasa diversidad genética de la población nativa. Aunque todavía con muchas dudas de cómo fue la conquista americana hace unos 15000 años, lo que sí parece claro es que los números originales de inmigrantes fueron relativamente pequeños. De hecho, una de las consecuencias todavía es observable; la diversidad de antígenos leucocitarios en indígenas americanos es aproximadamente la mitad que el de asiáticos, africanos o europeos. Para que lo entiendan, si tienen una baja diversidad de estos antígenos, sólo podrás combatir unas pocas enfermedades infecciosas, mientras que si es alta, estarás mejor protegido ante mayor variedad de enfermedades infecciosas. Además, un tercio de la población indígena actual tienen exactamente el mismo perfil de antígenos leucocitarios, cosa que solo ocurre, por ejemplo, en el uno por ciento de la población africana. También existen otras células del sistema inmunitario que nos defienden de estas agresiones, las células o linfocitos T. Existen 3 tipo de linfocito-T, uno de estos tipos son las “T-colaboradoras” que ayudan a reconocer objetos extraños para que sean atacados por los otros tipos de linfocitos. Según algunos investigadores en las poblaciones americanas estas T-colaboradoras habrían evolucionado por miles de años para reconocer parásitos como nemátodos y otros “gusanos”, muy comunes en América, pero podrían haber sido realmente malas reconociendo microbios, lo que les daba una clara ventaja a éstos para invadir un cuerpo que se daría cuenta demasiado tarde del ataque. Estas características biológicas de los indígenas americanos son compartidas con sus ancestros, las tribus siberianas. De hecho, en 1768 una plaga de viruela golpeó Siberia y mató al 80% de la población indígena, según el testimonio de pobladores rusos. El 80%. En un sólo golpe. De una única enfermedad. Cuando el Capitán Cook llegó a Kamchatka, encontró numerosas poblaciones completamente desiertas que apenas conservaban los cimientos de las casas. No parece tan descabellado, por tanto, mortandades del 95% tras el impacto de diferentes enfermedades infecciosas y la práctica desaparición de las principales construcciones de adobe y madera que utilizaban mayoritariamente los pobladores de Norteamérica en un par de siglos. De hecho en Baja California apenas quedan "cuatro piedras" de las Misiones religiosas españolas más norteñas, realizadas en adobe y abandonadas hace apenas 150 años. Lo cierto es que los europeos nunca fueron capaces de conquistar ni un solo territorio hasta que las enfermedades no hicieron estragos en las poblaciones nativas. Hernán Cortes sobrevivió de milagro a la llamada “Noche Triste” (que debió ser una verdadera fiesta para los Mexicas) y sólo cuando la viruela empezó a diezmar la población pudo doblegar el poderío azteca en alianza con otros nativos. Bartolomé de Las Casas dejó escrito que entre la brutalidad y las enfermedades pudieron morir millones de personas. Porque esa fue otra, un cuerpo sano podría haber resistido mucho mejor a las enfermedades que un cuerpo debilitado a base de latigazos, violaciones y el trabajo esclavo al que fueron sometidos los nativos. De hecho, la pérdida de los elevados estándares higiénicos que tenían la población nativa antes de la llegada europea pudo empeorar las cosas y estar relacionada con la alta mortandad que la Salmonella provocó hacia 1545 según un reciente estudio.
Las enormes poblaciones de bisontes (40 a 60 millones) que había en el siglo XVIII en Norteamérica parece que pudieron estar relacionadas con la desaparición de su principal depredador, los humanos. Así, según algunos historiadores como William Cronon, los nativos debían mantener a los bisontes como una especie de ganado asilvestrado a modo de despensa en números mucho menores y, al reducirse la población humana, los bisontes proliferaron sin depredadores importantes por 200 años. La visión que se ha tenido por mucho tiempo de las tribus americanas como atrasadas y esencialmente nómadas no ha sido más que una consecuencia del colapso de sus sociedades. Es difícil dar cifras, pero desde luego están lejos los estudios de los años 30 que suponían poblaciones en Norteamérica de 1 millón de habitantes y de 8 millones para toda América. Por ejemplo, poblaciones por encima de 20 millones parecen mucho más plausibles para Mesoamérica. Para que se hagan una idea, España y Portugal en aquella época no superaban los 10 millones, y la población de México no superó los 20 millones hasta los años 50 del siglo XX. Hay quien defiende que el altiplano mexicano podría ser la región más densamente poblada del mundo en aquel entonces, por encima de China o India, y el continente entero podría superar los 100 millones de personas. Es decir, el 12 de octubre de 1492, cuando Colón pisó América, había más gente viviendo en América que en Europa, y la caída en la concentración de CO2 de la que hablábamos al principio estuvo relacionada con la muerte de una de cada cinco personas en el mundo. Mañana 12 de octubre muchos hablarán del genocidio americano. Yo no voy a entrar en esa discusión porque precisamente los intereses políticos no han ayudado a establecer unas cifras más fiables. Tradicionalmente ingleses y holandeses utilizaron las cifras de Fray Bartolomé de Las Casas para dejar a España como un imperio sin escrúpulos. Otros dicen que de las Casas infló los números para llamar la atención y concienciar a los reyes de que promulgaran leyes en favor de los indígenas, como así ocurrió. Hoy sigue ocurriendo algo parecido pero con otros protagonistas.. Sea como fuere, lo cierto es que el colapso demográfico habría pasado bajo cualquier circunstancia. Ya hubieran sido españoles, africanos, ingleses o chinos, con ánimos de guerrear o de hacer el amor y no la guerra, el colapso poblacional americano era inevitable en cuanto el viejo y el nuevo mundo entraran en contacto.
Otras referencias y/o enlaces de interés
Artículo en wikipedia con esta misma pregunta: https://es.wikipedia.org/wiki/Poblaci%C3%B3n_de_Am%C3%A9rica_precolombina Libro Bartolomé de las casas: http://www.rae.es/sites/default/files/HOJEAR_Brevisima_relacion_de_la_destruicion_de_las_Indias.pdf http://science.sciencemag.org/content/321/5893/1148 https://www.sciencedaily.com/releases/2017/02/170207092752.htm http://www.nature.com/news/collapse-of-aztec-society-linked-to-catastrophic-salmonella-outbreak-1.21485?WT.mc_id=FBK_NatureNews http://blogs.plos.org/publichealth/2013/07/30/guest-post-what-killed-the-aztecs/ http://www.abc.es/espana/20150428/abci-mito-genocidio-america-201504271956.html http://web.aldeeu.org/2014/08/14/las-enfermedades-infecciosas-y-la-conquista-espanola-de-america/
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Si vives o eres originario de un país de tradición católica, y teniendo en cuenta que estas leyendo un blog en español es lo más probable, sabrás de procesiones, rezos y otra parafernalia creyente para pedir al santo o virgen para que llueva y tener buena cosecha. En general son los propios creyentes quienes piden este tipo de eventos cuando miran el cielo y lo ven demasiado despejado para la época. Esto se denominan peticiones rogativas y muchas de estas parroquias, iglesias y catedrales han llevado un detallado registro de estas peticiones a lo largo de su historia ya que era un asunto realmente serio con un protocolo bastante detallado. El proceso era, y probablemente siga siendo en zonas rurales de España y Latinoamérica, que la gente pedía al municipio el inicio de estas rogativas y después el municipio pedía al párroco que se hiciesen las rogativas, dejando claro quien era la máxima autoridad. Por su puesto por cada paso había varias reuniones para hacerse los importantes. Esta tradición permitía a la población imprimir su acerbo cultural a un evento religioso y demostrar sus preocupaciones. A la vez la iglesia tenía bajo control a la población, evitando las protestas y canalizando las tensiones sociales. Todo este protocolo ha quedado fielmente transcrito y hoy está resultando enormemente útil para la reconstrucción histórica de “calamidades”. En este blog nos interesan las calamidades relacionadas con el clima, sequías, inundaciones, pero también se hacían peticiones rogativas por enfermedades, epidemias, o por la salud del rey de turno. En el caso de España (de la península Ibérica), las rogativas relacionadas con las lluvias se hacían entre las festividades de San Marcos (25 de abril) y San Isidro (15 de mayo), justo el periodo primaveral en el que la presencia de lluvias es crítica para una buena cosecha. Estas fechas “oficiales” se pusieron durante el pontificado de San Greogorio Magno en el año 590 y, como muchas otras celebraciones, no es más que una adaptación de las costumbre paganas y festividades agrícolas que pedían agua al dios de la lluvia con cantos y sacrificio de animales. En el caso de México (Nueva España hasta 1821) es un poco diferente, ya que como sabemos la entrada de los españoles fue como el de un elefante en una cacharrería. Ignoraron el conocimiento agrícola prehispánico, como las chinampas en Tenochtitlán, y empezaron a organizar los cultivos a la manera española, aunque el clima, la geografía y las variedades introducidas y originales tenían muchas diferencias. Así por ejemplo hay bastantes rogativas por inundaciones, pero a veces se duda si es por eventos de precipitación extremos o por modificaciones del territorio que favorecieron ese tipo de desastres. También hay rogativas relacionados con terremotos y actividad volcánica que no se daban en la península ibérica. En algunas localidades también se hacía una rogativa anual tratando de adaptar celebraciones indígenas, pero en otras no se hacía así, por lo que la institucionalización de las rogativas parece que no es tan fiable en poblaciones pequeñas. En cualquier caso en ciudades importantes, como ciudad de México, hay un registro bastante bueno de rogativas (no sólo de México sino de Filipinas, Cuba o incluso Alaska) que muestran cómo la Virgen de Guadalupe y la Virgen de los Remedios tomaron el puesto del dios Tlaloc de los aztecas. Una de las cosas más interesantes es que había varias categorías en las rogativas de acuerdo a la severidad de la sequía, así que no es simplemente un archivo de ceros y unos (0=no hay sequía; 1=sequía) sino una escala completa. Las acciones que se tomaban diferían de unos sitios a otros. En la tabla siguiente especifico las escalas más comunes de España y México. Si les interesa la parte histórica les recomiendo lecturas al final de esta entrada. Yo les voy a contar algunos de los resultados sobre el clima de la península Ibérica y México que se han obtenido a partir de estos registros y su relación con algunos de los forzamientos que ya hemos comentado en entradas anteriores. Si recuerdan ya vimos cómo el mínimo de Maunder (entre 1645 y 1715) influyó en las presencia de huracanes en el Caribe. Sin embargo, no muy lejos de esos mares, las precipitaciones fueron más convulsas para el centro de México (región de México, Puebla, Morelia, Oaxaca y Guadalajara) donde hubo mas precipitaciones fuertes que en el periodo posterior en base a las rogativas pro serenitatem (es decir, ceremonias en los que se pide la dispersión de tormentas). También, según Garza-Merodio, hubo menos sequías según las peticiones pro pluvia (que piden que llueva). Aparentemente, estas condiciones tan húmedas perjudicaron al trigo introducido por los españoles y las plagas fueron más comunes, lo que produjo revueltas sociales en las décadas más anómalas, climáticamente hablando (1680-1690). Esto también ocurrió en Perú, lo que llevó a un cambio en la agricultura, disminuyendo desde entonces el uso del trigo y aumentando el de caña de azúcar. Para la península Ibérica en cambio los datos no están claros y varían entre estudios, el mínimo de Maunder pudo provocar condiciones más secas según Domínguez Castro y colaboradores (2010), mientras que en Barriendos (1997) observan menos peticiones de lluvia, lo que sugiere condiciones más húmedas. ¿A cual hacemos caso? Ambos autores piden cautela con los resultados, pero parece lógico pensar que el estudio de 2010 al estar más actualizado y considerar más fuentes documentales (de más iglesias) es más fiable. También vimos anteriormente cómo la actividad volcánica puede producir cambios en el clima, y esto también ha quedado registrado en los archivos de iglesias católicas. Hay que considerar que la explosión del Tambora (1815) coincidió con otro mínimo solar, el mínimo de Dalton (1790-1830), por lo que sus efectos pueden confundirse. De hecho, la combinación de ambos, actividad volcánica y menor actividad solar, es lo que se cree produjo todo el periodo frío conocido La Pequeña Edad de Hielo. En México en el año 1815 hubo grandes tormentas, de igual forma que vimos para Waterloo, mientras que los años siguientes en general fueron condiciones más secas. En España aparentemente ocurrió algo parecido, muchas lluvias justo después de la erupción, pero en 1817 las rogativas pro lluvia se hicieron por toda la península, lo que sugiere una fuerte sequía (Dominguez-Castro y colaboradores 2012) Resumiendo, hoy vimos cómo un mismo forzamiento (los mínimos solares) puede tener un efecto diferente en Mesoamérica y la península Ibérica, u otro tipo de forzamiento (volcanes) consecuencias parecidas a pesar de la distancia. La semana que viene seguiremos con este tipo de reconstrucciones históricas, pero esta vez, para el fenómeno de El Niño. Referencias
Para España consulten el artículo “Las rogativas” de Carmen Gozalo de Andrés para la revista del aficionado a la meteorología [PDF], o algo más técnico “La climatología histórica en el marco geográfico de la antigua monarquía hispana” de Mariano Barriendos [aquí]. Para México “Climatología histórica: las ciudades mexicanas ante la sequía (siglos XVII al XIX )” de Gustavo Garza Merodio de 2006 [PDF]. Otros artículos de este autor (1 y 2) En todos ellos podrán encontrar muchas otras referencias de interés. |
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