Un blog de ciencia para entender el funcionamiento del planeta y su relación con la historia de la humanidad
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En una entrada anterior pudimos ver cómo unas condiciones más frías producidas por la disminución de la actividad solar, se relacionaban con la disminución de tormentas tropicales y huracanes. Sin embargo el registro era altamente impreciso, sabíamos que estaba más frío, pero no sabemos cuanto. Una de las mejores opciones para resolver este problema es el uso de los corales, esos organismos que, en simbiosis con algas microscópicas, construyen los arrecifes en los que vive una enorme diversidad de organismos. Los arrecifes de los corales son de piedra calcárea, en este caso con una estructura mineralógica diferente a la caliza de la que hablamos en estas entradas (1 y 2). La estructura mineral de los corales es la aragonita, más sensible a condiciones ácidas, pero que al igual que la calcita registra la temperatura y salinidad del agua según su proporción de Sr/Ca y de los isótopos de oxígeno. Algo también interesante es que, al igual que los árboles, tienen un bandeado anual, por lo que resulta sencillo contar los años que tiene un coral.
Gracias a los corales tenemos unos registros de temperatura del agua escritos en piedra con el año exacto, ¿se puede pedir mas?
Sin embargo, en el siguiente periodo activo del sol no se observa un aumento de las temperaturas, lo que sugiere que no es el único factor que influye en la temperatura del agua. De hecho las conclusiones del estudio son que “No hay una evidencia clara de que la actividad solar, volcánica o antropogénica sean la causa de esos cambios”. ¿Entonces qué otros factores pueden estar influyendo? Las sombrillas son un maravilloso invento que nos evita el recalentamiento de nuestras cabezas. En ocasiones el planeta pone sombrillas en forma de polvo atmosférico que reduce la cantidad de la irradiación solar que llega a la superficie. Como veíamos la semana pasada el Sáhara se convirtió en exportador de arena y polvo al resto del mundo cuando disminuyó la precipitación que lo mantuvo verde durante milenios*. La productividad de los ecosistemas del Atlántico es mucho mayor gracias a ese aporte, y la acumulación de esa arena rica en fósforo aumenta la productividad de tierras agrícolas en las Canarias (Suchodoletz y colaboradores 2013), e incluso en la selva del Amazonas (Yu y colaboradores 2015). Este polvo, en su función de sombrilla, también parece estar relacionado con el enfriamiento del Caribe (Lau Y Kim, 2007), aunque no es el único que puede hacer de sombrilla. Por ejemplo la actividad volcánica también afecta a la temperatura del Caribe (Gill y colaboradores 2006), ya que los volcanes emiten ceniza y gases a la atmósfera que provocan enfriamientos como veremos en futuras entradas del blog. Otros fenómenos climáticos también tienen su influencia, como El Niño o la Oscilación Multidecadal del Atlántico (Gianini y colaboradores 2001) de la que también hablaremos algún día. Cómo podemos observar el tener un registro enormemente fiable como el de los corales no es suficiente para entender todas las variaciones que pueden afectar al planeta o a una región en concreto. Además, el problema de los corales es que es difícil conseguir registros de más de 500 años, aunque ya se está haciendo un enorme esfuerzo para superar estas cifras con el uso de corales fósiles. * En realidad el Sáhara ha sido desierto por millones de años, pero de vez en cuando se ven en los registros interrupciones húmedas, la última de ellas entre 11000 y 5000 antes del presente. Les dejo con una reconstrucción en 3D del viaje del polvo sahariano.
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